El lenguaje tan cáustico del señor Bernard le impidió seguir enmendando los hechos transcurridos ese día.
-Nos encontrábamos… ¡Sí recuerdo que nos encontrábamos en el barco!...no, no era el barco, era una canoa, lo recuerdo bien… ¡Estaba ahí ese miserable nauseabundo!
Hizo una pausa para seguir relatando todos los hechos, intentando otear
toda seña de veracidad.
-¡Señores, soy una alemán con derecho a la expresión! …¿Me están calmando cuando hay un gañán suelto? ¡Menos mal que estamos en Alemania y ocasiones tenemos de acrecentar a estos malhechores!
-Estamos de acuerdo- Adelfried, no permitía esa libertad por la que Bernand podía mostrar su insolencia y su carácter iracundo- pero le aconsejamos que tienda a mostrar su ira.
-¡Cómo que no la muestre! ¡Esto es hasta cómico!..¡No mostrar mis sentimientos de aflicción por ese monstruo que se alimenta de los males ajenos!
Adelfried no intentó domar al ciudadano ya que, la aspereza con la que se contoneaba no daba, sino, lugar al abandono en sí.
-¿podemos contactar con usted si necesitamos más información?- preguntó con intensa adulación Ernest.
-¡No preguntes! ¡Es de necesidad vital mantener consigo un hombre como yo! ¡Háganme caso!
Tras esa rotunda incitación a no contactar con el ciudadano, los dos policías se dirigieron al almacén de Elisabeth. Un almacén compuesto, mayoritariamente, por mesas sesgadas situadas en corredores angostos.
Sus múltiples cantidades de cajas menospreciadas, iban amotinándose en rincones sombríos. Cuyas ventanas apenas capturaban los rayos de sol para dar a este almacén una imagen más duradera y amplificada.
-Nunca cambiará Elisabeth, ¿Cuántas veces le habremos recomendado la instalación de aire acondicionado? -meditó Ernest.
-¿Y ahora es cuando te das cuenta de todos sus destrozos?
-Bueno, donde se presenté la oportunidad de observar una bella dama, ¡qué más dará los defectos de éste!
-Déjeme solo, Ernest. Necesito hablar con ella a solas.
Mientras Adelfried se excusaba, Ernest acudió al móvil, pues lo avisaba de una urgencia.
-Dígame…sí… ¿cuándo ha ocurrido?...sí… ¡qué catástrofe!..No se preocupe se lo comunicaré…
Adelfried, apenas haber tardado un cuarto de hora salió mostrando un rostro de auténtico dolor y fervor.
- Elisabeth está muerta- dijo entre sollozos.
Ernest no se lo acababa de creer cuando deslumbró entre tanta oscuridad inoportuna, un cuerpo oblicuo tendido en ese suelo tan pobre.
Aferrándose a la realidad Ernest decidió con paso decidido y astuto anunciarle la noticia tan crucial, que aumentaría su llanto indudablemente.
Pero mientras su brazo rozaba compasivamente la espalda del compañero, no tuvo la osadía necesaria para soportar la congoja del mismo. Estaba decidido ha introducirse en un silencio casi mortal.