lunes, 6 de junio de 2016

06-06-2016

Los días van pasando y muchas veces no cuentas con la fragilidad de ese instante. A este sentimiento de vulnerabilidad incluyo un fragmento de el libro de Banana Yoshimoto "Sueño profundo":

"¿Desde cuándo me duermo así cada vez que estoy sola?
El sueño me invade como la pleamar. Y no puedo resistirme. Es un sueño profundo, sin límites; ni el timbre del teléfono ni el ruido de los coches que pasan por la calle llegan a mis oídos. No siento dolor ni soledad. El mundo del sueño es cuanto existe."

No sé, considero importante añadir un párrafo como éste. Bien, como decía, en momentos como éstos, he sentido la necesidad de mandar todo a la mierda, hablando en plata. No he soportado el peso que sostenían mis hombros y, por si no fuera suficiente, cada vez que me miro en el espejo veo el reflejo de una joven inútil incapaz de superar cualquier obstáculo que se  le presente.

"¿Cuándo empecé a abandonarme al sueño? ¿Cuándo dejé de resistirme a él?... ¿He estado alguna vez completamente despierta, llena de vigor o energía?"

Debo reconocer que la soledad me ha acompañado por momentos; algunas personas se dejan en los estragos de la noche parte de su yo, mientras otros están reflexionando sobre el significado de todo aquello que se les presenta como desconocido.
Muchas veces, obviamos que el enemigo está aquí conviviendo en nuestras propias carnes y no son otros los que confabulan contra nosotros, sino nuestra propia concepción de nosotros mismos.