martes, 23 de agosto de 2011

Juan Meseguer Muñoz.


Él le otorga carne a mis huesos...
                                         Te quiero papá.

Lo habré conseguido realmente.

Consiguiendo una decisión ardua. ¿Lo habré conseguido realmente?
Consiguiendo lo incalificable. ¿Lo habré aceptado realmente?
Consiguiendo la mansa inocencia de la tranquilidad palpable. ¿Lo habré deseado realmente?
Consiguiendo un camino sin leones hambrientos esperándome en la cumbre. ¿Lo habré superado realmente?
Consiguiendo escapar del mísero destino censurado por la evidencia. ¿Lo habré despistado realmente?
Consiguiendo olvidar vestigios presionados en mi memoria. ¿Lo habré excluido realmente?

¿Y la realidad, dónde se posa para mostrarse?
¿Y la realidad, dónde se encuentra acomodada?
¿En un hostal a las afueras de la vieja escuela, a las afueras del pasado, del reconocimiento humano?
¿Y dónde estará mi realidad? ¿Lo habré conseguido realmente?

La espera adormece la aceptación del mañana, le incita a la relajación... ante la revulsión...¡MIERDA DE REALIDAD!


 

domingo, 14 de agosto de 2011

Obsesión.


El joven tras realizar diversos cometidos, admitidos muchos de ellos, confirmó su profundo afecto por la joven.

sábado, 13 de agosto de 2011

Una duda vituperable


Fijé mi mirada en su mano, goteaba. ¿Qué era ese olor tan grosero y a la vez gratificante para aquel cometido?

Su mano se balanceaba, prolongando la cantidad de ese líquido color granate que descendía de la misma, me he enamorado.

Me urgía la necesidad de saber el porqué, pero no existía.  ¿Se lo deberé preguntar?
Apenas le conocía, ignoraba datos cruciales como su orientación sexual, su propio sexo…Insisto, me  he enamorado.

Se despide, no… no lo hace. ¿Me despido de…?

Mi noche la abstengo de salidas nocturnas, las paso en mi ventana. Estimo su cantidad de gustos musicales, le observo. ¿Me habré enamorado?

Desenvaina un arma, la esconde.  ¿Podré entrar?

Enciende la luz, han pasado cinco minutos exactos. ¡Es una mujer! ¡Bella mujer!
“Me casaré con ella, me casaré con ella, me casaré con ella…”

¿Habrá asesinado a alguien? En el hipotético caso, ¿quién podrá ser? ¿Su marido?
No soporta una infidelidad. Siento su peso sobre el mío. ¡Es tan frágil!

Son las cuatro de la madrugada, el vestigio de un sueño con ella desaparece y simula la sensación de una lluvia lujuriosa. Me despisto. Ya no está en su respectivo cuarto.

¡Dónde estás! Miro en el jardín donde tiene su súbito secreto. Me obstinaré en ella. La necesito.

Su propicia escapada hace de mi sentimiento aún mayor, lo duda.

Está ocupada con un cadáver. Me he enamorado. Lo acaricia, ¿qué está  haciendo?
Triste…

Oteo una sombra en su cuarto. Es un hombre. Me identifica.
¿Le gustaré?
¿Me gustará?
“Te gustaré, me gustarás” escucho desde su ventana.

La noche se declina por desaparecer, su mirada se mantiene firme ante la mía. Toda una noche divisándonos, imaginándonos el uno junto al otro. ¿Estaré enamorado?

viernes, 5 de agosto de 2011

jueves, 4 de agosto de 2011

lunes, 1 de agosto de 2011

Adiós Elisabeth.

Carta para Elisabeth de Adelfried.

“Y entonces sucedió querida Elisabeth, conseguiste desencadenar de súbito, el gran impresionismo de mi llanto sobre el pecho de Ernest. ¿Cómo pudo ocurrir ese grotesco hecho criminal?…En verdad, Ernest sufre una gran depresión tras  su fallecimiento, ¡pensar que ya no podré rozar su esbelta figura con mis curiosas manos!... ¡maldita sea Elisabeth!
Me tranquilizaré, pues no me comprenderá, ni me escuchará. Mis palabras son música para sus oídos inertes. Espero que cuando otee esto la persona identificada, mi vida transcurra con mansa normalidad, ya es hora, ¿no lo cree?
Fuiste todo, y aparentemente no éramos participantes en un circo mediático, ¿cómo pudimos subsistir a lo ilícito y nutrirnos de la aflicción de Ernest?
Te amaba tanto Ernest… ¡Créame! permanecen intactos esos tan inmundos recuerdos… ¡la tentación de cometer un asesinato a ese señor se me presentó con tan cordial indiferencia tantas veces! ¡Podría haberlo hecho amada mía, por ti!
Pero fuiste tú la que se marchó. Y ya no podré rociarle con mis sinceras explicaciones cada noche, excusando mi tardanza. ¡Estaba esperando al gran hombre de la luna para que me prestase esa imagen tan vivificante!
Quería comprender qué era obtener un tesoro como ese contigo. Quería examinar cada detalle de su semblante a la luz de la madre luna. Quería todo contigo.
¡Y ya no tengo nada, no le perdonaré vida, nunca se lo perdonaré!
Quiero rescatar a mi amada, y apresarla para siempre conmigo.”



Tras escribir con pluma esta dedicación, la posó sobre la mesa auxiliar de la habitación de Ernest. La dejaría toda la noche ahí, era consecuente con sus actos. Entonces… desde la ventana una sobrecogedora figura blanca ilustró la estancia adormeciéndola.

-Gracias hombre de las lunas, pero su retraso ha rehusado una vida- amonestó Adelfried tras esa célebre puesta en escena.