Como bien dice el título, todos nacemos, nos reproducimos y morimos, las fases básicas del ser humano. ¿Qué relación tiene la vida y la muerte? ¿Por qué no podemos ser inmortales? ¿Por qué siento tan poco por aquél o aquélla? ¿Por qué no puedo mantenerme con fuerza sin él o ella? ¿Por qué soy así? ¿Por qué he nacido para morir?
Lo tenía junto a mí, advertí su respiración, forzada y moribunda, como su ejecutor. Se movía intentado mitigar la tensión que se patentaba, sus movimientos algo bruscos no hacían desaparecer lo que ya se prevenía sino que, intensificaba lo que tanto él como yo merecíamos saber. No tenía tiempo para observarle mientras conducía, los coches que se apresuraban parecían no comprender las normas de conducción, pero sí me deshice de una mano para poder tantear, su pecho, su pierna... Noté cómo alcancé mis pretensiones, sentía su ardor entre la espesura de sus harapos, lo conseguía, lo conseguía...avivé sus más clandestinas pasiones, o eso atisbaba a comprender después de su NO reacción. Me pregunté por qué no pasar un rato ameno con un desconocido ensimismado en su difícil situación, por qué no. Observé el ingente recorrido que realizaba, era angosto pero se podía una detener cinco minutos aprovechando su poco gentío. Aparqué en pésima posición, debido a la emoción que me cautivaba. No me detuve en cavilar la posibilidad de que ese extraño tuviese una posible enfermedad, o que él no quisiese apoyarme ante la carencia de calor humano que, posiblemente, estimase.
Como decía una canción "bésame antes de irte, de morir...", así lo hice, le besé como si no existiera un mañana, como si él fuera quien calibra mi sensibilidad...
La cosa era que, hace años convertí en costumbre vociferar por un hombre que no me pudiese satisfacer, y ahora...si Mohama no va a la montaña, ésta se encargará en raptarlo. Ahí estaba gimiendo, no sabía si era de pánico ante un inminente asesinato o, por la necesidad de arrancarme la blusa desteñida que impedía ver con lucidez todo mi esplendor.
A pesar mío, comprendí que no le urgía lo que hombre y mujer vislumbran, sino...quería más, pedía ser complementado con mi vida, con mis pequeños beneficios...¿No te gustaban las chicas dementes?
Tú y yo nacimos para morir- argumentó y bajándose del vehículo se desintegró con la oscuridad que hacía vela en ese entierro.