domingo, 9 de noviembre de 2014

Las personas no se detienen a admirar el cielo, no lo hacen ni por aburrimiento.


¿Estamos predestinados a someternos, a sucumbir?


Cada vez me resulta más difícil enfrentarme a la realidad. Me detengo en cualquier punto y me reconozco débil y fea, hastiada de todo cuanto me rodea. Soy una persona que, alimentada de dolor, voy torciéndome levemente cuando ando, no pondero la cantidad de castigo que me ha definido y ha hecho ser,  hoy día, lo que soy. Soy lo que mi sufrimiento es para mí. Si el grado de dolor es superior seré la misma persona con un grado más extremo; es decir no es sólo la influencia del mártir sino la esencia y consolidación de éste que, como un ente mayúsculo, ha generado en mi historial ontológico. 

Necesitamos de algo que nos proporcione alivio, serenidad, sosiego...
Nos vemos amenazados por los métodos de castigo que nos infligen, por la opresión que nos estrangula; no obstante, ésta no ejerce un poder vejestorio a toda la población sino a aquéllos que destilan ansias de libertad, de independencia, de querer desempeñar un papel en el mundo y  personalizarlo a su manera. 
Queremos ser únicos, diferentes al resto de mortales que nos topamos por el camino de la vida, uno en ocasiones turbulento...¿Y de aquéllos que el sendero que persiguen le es abrupto y apocalíptico? Esas personas no pueden escoger, ni nadie se les ofrece ni arriesga su comodona situación a la de ellos. ¿Realmente nos podemos considerar vecinos?






domingo, 2 de noviembre de 2014

(I) LA QUE SIEMPRE OBSERVA: OMNIPRESENCIA.

Miraba en derredor para asegurar que nadie observaba su magnífica "obra de arte".
Jugueteaba con los trozos  de metal que encontraba en su paso y los lanzaba por donde la oscuridad dulcificaba la explanada. Era el sitio perfecto, lo aseveraba asintiendo con la cabeza en su soledad. Los periódicos inmortalizarían la escena, alabarían su acto, escrutarían su imagen hasta recortarla y pegarla en su despacho. La mirarían día tras día suspirando por él; sin acusaciones, sin penalizar y descatalogar su manera de ejecutar sus tareas pendientes, porque él consideraba que el parricidio era algo que se debía realizar y, de esta manera, los ángeles le otorgarían la  divina sublimidad. Quería abrazar esos atributos y exhibirlos. Protagonizar una escena transcendental, obligando a su público (que se entenderá por público a aquéllos que lean la noticia) subordinarse a él. ¿Qué hace un hombre durante dos meses, sin demora, adentrarse en ese terreno? ¿Urdir planes para derrocar a las autoridades, o dibujar sobre un trozo de manera a niños lacrimosos? 
¿Qué podemos deducir en este comportamiento? 

Los niños aún se dejaban vencer por el sueño, desprotegidos antes cualquier imagen proyectada en ellos, divagando su imaginación desde dragones efervescentes hasta suelos pantanosos sitiados por ánimas condescendientes y altaneras. 
Aún agarraban a su peluche de cama para eximirlos de los ruidos que alteraban su sosiego; aún miraban tras los armarios, por debajo de la cama acobardados por si osaba a visitarlos un ser ficticio que acostumbraba a aparecer por las noches; aún soñaban, reían y comían, clandestinamente, chocolatinas y caramelos. 
Aún soñaban...