Buenas noches.
Escuchando música puedo disipar los fantasmas que pululan por mis pensamientos, alborotándolos. No existe, cuando se trate de ellos, un orden cronológico. Simple embrollo.
Por cierto, ¿no os sentís que soñáis más despiertos que cuando abandonáis vuestro cuerpo en la cama?
Yo tiendo a soñar despierta con más frecuencia que en el lecho. Qué curioso.
Realmente no me ha sucedido nada que merezca ser recopilado en este rincón. Un rincón desastroso.
Comienzo con la ausencia del hombre que es objeto de mis pensamientos; su ausencia hace irreparable ese vaivén de estados de ánimo. No puedo desentumecer mis articulaciones, flaquean en el instante que rozan con el viento: esto empieza a franquear lo que parecía ser una banalidad.
¿Qué haré si sobrepasa los límites de la normalidad? Debo permanecer alerta.
No exteriorizar, no exteriorizar... ¡Debo interpretar, por favor, no sucumbas y des paso a un sentimiento vacío y hueco. Haz que parezca un obra de teatro!
Una
luz, eso es lo que aprecio, un...No puede tratarse de un foco: lo es
y concentra su atención en algo, si persigo su impronta solar puedo
dar con la respuesta pero, ¿será lo correcto? Parece ensimismado,
un foco desaliñado, es probable que sus mocasines con conchas se
extraviaran y obligue a sus pies a seguir su curso descalzos. Pero,
hay una posibilidad que ese foco esté instruido a captar el
movimiento de algún ser. Si mis ojos juegan e intentan atrapar esa
huella inerte, ¿podré saber su dirección?
Un
silencio se esparce como confeti por la sala, rememoro mi infancia,
específicamente la bolsa de golosinas que tendía a exponer en
clase. El silencio se comunica conmigo, me insta a materializar ese
vestigio de felicidad y abrazarlo. Hago el amago sin atender al
cliente, el foco.
Esas golosinas lo eran todo, simbolizaban todo. Me pierdo con ellas. Me pierdo en la infancia...