Ensimismada en mis pensamientos, demoraba toda la atención en los reflejos que conseguía vislumbrar en los portales de cada edificio. Una melena hirsuta y rubicunda. Se podría calificar así. Aún así, caminaba estimando el arduo recorrido que dejaba tras mis pasos. Era una mañana matinal, comprendía entre las dos y cuarto, podría ser las menos veinte o, quizá, las en punto, no señalo ni puntualizo una hora exacta pero, entonces, en aquel instante, en aquel aire pululaban ciertas expectativas. Unas que ni yo sabía que me propondría, con pericia, perseguir hasta sucumbir.
Mi paso era firme, me agarraba con acérrimo deseo a cualquier coche que merodeaba por la avenida. Me gusta incomodar con la mirada al conductor. Se aproximaba, a diez pasos, un semáforo. Intento amenorar el paso cuando me consta que es imposible coincidir en verde con el susodicho. Cedo. Miro en derredor y puedo corroborar que no hay vehículo enemigo. Paso hasta la mitad del paso de peatones. Enfrente atisbo a una figura. ¡Es un hombre!
Realmente no me muestro tan efusiva, es más, cuando nuestro camino se ve obstruido por mutua mirada me siento incómoda, violada y por último, ausente.
Es tan...poco convencional lo que me dijo con un solo gruñido de ojos ese hombre que, hoy día, sigo buscando... Esa mirada, esa penetrable y saciable mirada masculina.
Estuve varios días indagando, cavilando y considerando mis divagaciones.
Ese hombre tendrá, por lo menos, unos cuarenta y pico, o treinta y pocos. ¡No puede ser más, o según cómo se mire, menos!
Seguramente, lo más probable, tenga erigida una familia siendo él el pilar básico y estable de la misma. ¡JODER, NO LO CONOZCO Y QUIERO QUE SEA MÍO!
No me asusta esta reacción pues, me embriaga la sensación de sentir, al menos por un instante, algo por un hombre que apenas reconozco. Ni conozco su abolengo.
Es algo que supera cualquier expectativa ya acentuada.
Lo curioso es que, dejé de buscar, pasaban los días y no volvía a tropezarme con ese rostro conocido. Desistí.
Hasta que un día, deseando durante varias semanas encontrar un resquicio de cordura y tener recompensa ante diversas pesquisas, me encontré a dicho hombre y, siendo así la casualidad que, se ubica al lado de la casa de mi profesora, en un quebak.
Español no es pero...su mirada, esa mirada que me exige cautiverio, disciplina y sumisión. Necesito volver a... querría devolverme una mirada, como respuesta a la suya...