jueves, 28 de marzo de 2013


Ahora quiero amar algo lejano... 
Algún hombre divino 
Que sea como un ave por lo dulce, 
Que haya habido mujeres infinitas 
Y sepa de otras tierras, y florezca 
La palabra en sus labios, perfumada: 
Suerte de selva virgen bajo el viento... 

Y quiero amarlo ahora. Está la tarde 
Blanda y tranquila como espeso musgo, 
Tiembla mi boca y mis dedos finos, 
Se deshacen mis trenzas poco a poco. 

Siento un vago rumor... Toda la tierra 
Está cantando dulcemente... Lejos 
Los bosques se han cargado de corolas, 
Desbordan los arroyos de sus cauces 
Y las aguas se filtran en la tierra 
Así como mis ojos en los ojos 
Que estoy sonañdo embelesada... 

Pero 
Ya está bajando el sol de los montes, 
Las aves se acurrucan en sus nidos, 
La tarde ha de morir y él está lejos... 
Lejos como este sol que para nunca 
Se marcha y me abandona, con las manos 
Hundidas en las trenzas, con la boca 
Húmeda y temblorosa, con el alma 
Sutilizada, ardida en la esperanza 
De este amor infinito que me vuelve 
Dulce y hermosa...

Alfonsina Storni - Esta tarde.

martes, 26 de marzo de 2013

¿Qué siento cuando duermo?
Realmente rehúso esa pregunta, la declino muy sutilmente. Mi capacidad de dormir se ha reducido a una amalgama de discordia y desacuerdo de opiniones, todas substraídas de aquellos vestigios que un día tuve que hacer frente. 
No puedo dormir. Espero que mi mente, la dueña de mis pertenencias, me dispense de todo lo que reflejo en mis publicaciones. Algún día, cuando esto ya esas leves surcos en mi piel, lo recordaré como un bien acontecimiento que no supe desembrollar el denuedo que merecía tener.


domingo, 24 de marzo de 2013

Sueño despierta constantemente, a falta de amigos.
No sé quién soy, ni tampoco sé dónde se encuentra ubicado mi cuerpo. Sé que no...que no podré abolir muchas órdenes que, ante mis más modestos ojos, son poco sostenibles, débiles, famélicas. Sé que tendré que someterme, como alma que lleva al diablo, a una dictadura impuesta, personalmente, por un modelo único e inimitable, como ha de llamarse  hombre. Sé que pocas personas pueden instigar la poca libertad y propagarla por ahí donde imperen sus pasos. Sé que yo, particular y objetivamente hablando, no conseguiré librarme de este pesar que cada día exprime a mi corazón hasta dejarlo sin llanto posible que emanar.  
Pero, a parte, no sé quién soy, desconozco mi apelativo, mi fecha de nacimiento, mi biografía. No reconozco si el color de mi cabello es rubio, rojizo o castaño avellana. No reconozco si mis uñas son las que expulsan el esmalte, ya derramado en ellas en su día, o es él el que huye con virulencia de ellas. No reconozco si en la comisura de mis labios se denotan unas arrugas o, quizá, unas manchas a causa del tiempo. No reconozco cuando observo, ni cuando inspiro aromas exóticos procedentes del Oriente, tampoco reconozco situaciones, episodios que me obligan a estudiar, ¡ni memorizando, señores!, no reconozco un átomo, un astro, un soplo de aire fresco, ni tampoco uno de aire cargado, agotado, adormilado. No reconozco un saludo, una mirada insinuante, ni tampoco una desdeñosa. Dudo conocer la cordura, ¿a caso la distingo del delirio?
Lo único que patento es ser prisionera, obrera de las malas pretensiones de otros. También obvio el cautiverio que tantearé y reflejaré en los lacónicos intentos de mirada.
En mí refulgirá un resplandor que adoptaré y sobornaré como, en su día, padecí yo.
No puedo más...dejaré esto como está. Así, todo como estás, hasta que amanezca y cate otro nuevo entreabrir de perspectiva. Tampoco puede tener tanta dificultad cuando, hoy día, lo ejercita todo el mundo. Un abrir cajón de mierda y cerrar como, ya disperso por toda la estancia, se dejó. No, insisto, no debería ser tan difícil. 

En la sala anidaban hombres, mujeres, niños e, incluso, bebés. Pero debería destacar que entre esas escrupulosas mujeres estaban las solteras y las casadas que ansiaban ser vistas por ojos ajenos como "atractivas cincuentonas". Suprimiendo detalles de poca candidez, ensordecedores y, hasta, poco alentadores, declino decir que fue una boda poco convincente. Sólo ascender por mi casa, introducir mi pesado y, poco avispado, cuerpo por el marco de mi puerta, me desplomé en la cama color franela, como añadidura. Desistí, por aquel entonces, de mis más apreciadas pertenencias, así como mi indumentaria cotidiana: mis botas, marrón barro como dos hermosas castañas, mi insípida rebeca y, no menos importante, mis pantalones azul marino, aún en ellos veo el obscuro del mar, de un vestigio veraniego que abdicó ante tanta melancolía.
Mis actitudes bravuconadas fueron oprimidas al detenerme por un momento e insistir, en el espejo, por mi aspecto. ¡Joder, qué pensaría la gente al verme con esta cara!
Me desmaquillé. El maquillaje parecía no despegarse de mi párpado, el único que no quería alejarse de mí. Es, quizá, verdad que existe algo que quiere estar junto a mí. Me consuela. 

¿Queréis culturizar vuestra sed de ineptitud?
Bien, no lo hagáis, es inútil. En la ignorancia se vive mucho más cómodamente, que ya es algo. 




viernes, 15 de marzo de 2013

Increíble, increíble, increíble...

-¿Os abro la puerta?- musita.

-Sí, por favor- respondo.

-¿Con quién tenéis?- pregunta con ojos inquisitivos. 

-Con un profesor de plástica...

-Vale, no lo conozco- me interrumpe complementándolo, todo, con una escueta sonrisa adolescente. Eso hace menguar la tensión que emano.

NO LO INTENTES OCULTAR. ESA NO ES LA PERSONA QUE QUIERES DESCRIBIR NI LA SITUACIÓN.

Permanezco con los ojos cerrados. Las voces más cercanas no se escuchan. Si abro los ojos, ¿podré escucharlas? ...

miércoles, 13 de marzo de 2013

Existió.

Ensimismada en mis pensamientos, demoraba toda la atención en los reflejos que conseguía vislumbrar en los portales de cada edificio. Una melena hirsuta y rubicunda. Se podría calificar así. Aún así, caminaba estimando el arduo recorrido que dejaba tras mis pasos. Era una mañana matinal, comprendía entre las dos y cuarto, podría ser las menos veinte o, quizá, las en punto, no señalo ni puntualizo una hora exacta pero, entonces, en aquel instante, en aquel aire pululaban ciertas expectativas. Unas que ni yo sabía que me propondría, con pericia, perseguir hasta sucumbir.

Mi paso era firme, me agarraba con acérrimo deseo a cualquier coche que merodeaba por la avenida. Me gusta incomodar con la mirada al conductor. Se aproximaba, a diez pasos, un semáforo. Intento amenorar el paso cuando me consta que es imposible coincidir en verde con el susodicho. Cedo. Miro en derredor y puedo corroborar que no hay vehículo enemigo. Paso hasta la mitad del paso de peatones. Enfrente atisbo a una figura. ¡Es un hombre! 
Realmente no me muestro tan efusiva, es más, cuando nuestro camino se ve obstruido por mutua mirada me siento incómoda, violada y por último, ausente. 
Es tan...poco convencional lo que me dijo con un solo gruñido de ojos ese hombre que, hoy día, sigo buscando... Esa mirada, esa penetrable y saciable mirada masculina. 

Estuve varios días indagando, cavilando y considerando mis divagaciones. 
Ese hombre tendrá, por lo menos, unos cuarenta y pico, o treinta y pocos. ¡No puede ser más, o según cómo se mire, menos!
Seguramente, lo más probable, tenga erigida una familia siendo él el pilar básico y estable de la misma. ¡JODER, NO LO CONOZCO Y QUIERO QUE SEA MÍO!
No me asusta esta reacción pues, me embriaga la sensación de sentir, al menos por un instante, algo por un hombre que apenas reconozco. Ni conozco su abolengo. 
Es algo que supera cualquier expectativa ya acentuada. 

Lo curioso es que, dejé de buscar, pasaban los días y no volvía a tropezarme con ese rostro conocido. Desistí.
Hasta que un día, deseando durante varias semanas encontrar un resquicio de cordura y tener recompensa ante diversas pesquisas, me encontré a dicho hombre y, siendo así  la casualidad que, se ubica al lado de la casa de mi profesora, en un quebak. 

Español no es pero...su mirada, esa mirada que me exige cautiverio, disciplina y sumisión. Necesito volver a... querría devolverme una mirada, como respuesta a la suya...

Días y más días.

Desde la última entrada, aquélla que se pronuncia como una tranquilidad prometedora, me ha sucedido un sinfín de episodios que gozan una buena reputación en la lista de mis tareas diarias. Hasta que seguro que no sabréis que tengo asignada de siete días semanales, cuatro, una academia para poder sopesar las matemáticas que siempre me obstaculizan el progreso. Cómo me gusta.
Como os decía, me mantengo férrea durante esos días que, realmente, me aplico a los estudios, pero pese a mi inocencia, ignorancia, llámese como quiera, sigo sin poder superar un cinco pelado en algún examen de dicha asignatura. MIERDA.
En cambio, la profesora que sucumbe a mis debilidades, frustraciones, me apasiona, estoy encantada. Puede sumar, entre sus amistades limitadas, la mía misma. Yo ya he hecho los deberes.


sábado, 9 de marzo de 2013

"Desearía tener suerte".

No comprendo el por qué las personas ansían el protagonismo. Mi vista no alcanza a esa comprensión. 
En tutoría, una charla diaria que nosotros, el alumnado, mantenemos con la profesora que se le confiere el aventurado deber de ser nuestra tutora. Como decía, rondaba las dos menos cuarto del mediodía, el tiempo socavaba a alma viviente, incomodidad y más incomodidad, ruidos estridentes emanaban las manadas de alumnos desocupados en las calles y, no iba a ser menos, yo, una alumna poco modélica, permanecía un tanto desvaída sosteniendo entre mis dos brazos el peso de la mochila. Hoy no había mucho con lo que alimentar  mi cerebro pero claro, es mi modesta opinión.  
Pensé que, armándome de valor y asistiendo a una charla desorientadora me supondría un gran avance y valoración personal, el porqué no lo sé y desconozco su paradero pero, eso lo pensé en un momento de mi vida y ahí se zanja. 
Suerte la mía, que coincidió con un compañero de clase y un gran placer, también el mío, claro.
Espero que le impactara mi intervención, sinceramente lo espero. 

No comprendo por qué tengo que demorarme realizando divagaciones poco fructíferas. 
Seguramente, el chico éste, pensara, siempre con acritud hacia mi persona, que estaba aislada, sumergida en una fantasía permanente. Lo sé, no quiero otorgar, a esa hora matinal,  un valor innecesario. Terminó el día anodino, taciturno y si expectativas. La indiferencia surca mis arrugas. Qué poetisa estoy hecha. 

Con evasivas, trato de marginar ese tema trivial, y completar mis cavilaciones cotidianas instigando la poca capacidad de atención que mantengo con ciertas asignaturas. Tuve que realizar el trabajo de música y no lo hice, tuve que presentarme a ese examen y tampoco lo hice. ¡VAYA MIERDA!
Hacedme caso que, cuando exijo ausencia la necesito, cuando exijo disciplina la ahuyento. No sé, soy experta en atraer, como si de un imán se tratase, episodios crípticos y díscolos, en cambio, emblemáticos y triunfales les ocasiono espasmos que desemboca en un adiós eterno. 
TENDRÍA QUE TENER SUERTE, y también la profesora compasión. Pero, ante todo, debo mostrarme complacida con toda decisión citada por la susodicha. Joder, la actitud bravuconada no es lo mío. 
Nada, lo que quiera que la vida, mi querida vida, quiera. Te quiero vida. Un saludo cordial tu seguidora número... 

lunes, 4 de marzo de 2013

Aquí permanezco, estudiando, sin mucha cosa que aportar.
Estos son los preliminares de un día anodino, cabizbajo y poco entusiasta. 
¡Viva la hiperactividad! 

Como vengo diciendo desde un inicio, estoy manteniendo una reflexión con mis queridos personajes, aquéllos que formaron parte de la historia y que, ojalá, sigan asomando sus semblantes melifluos por el marco de la puerta al citarles.
Hoy toca  Otto Von Bismarck, después me demoraré con mi sucesor, Stalin. 
No cesan los esquemas, los resúmenes, es un no parar. Espero tener suerte.


sábado, 2 de marzo de 2013

El mar es muy tranquilo.

Permanezco inmóvil frente al teléfono.
Quizá reciba una llamada indecorosa, tal vez una alentadora admiración...
¿Por qué incentivar esta adusta amargura? Es un desperdicio de tiempo...
Nadie se acuerda de mí. Nadie se acordará de mí.

Permanezco inmóvil frente al teléfono. 
Desorientada, hasta reconozco haber adoptado una actitud hostil, lo reflejo en mi mirada...
¿Por qué arraigar esta desolación? Es un desperdicio de tiempo...
Me propuse albergar un 'algo' de esperanzas, ese deje de insistencia se malogró sustituido, así,  por un futuro desolador.
Nadie tuvo compasión, nadie supo que me aquejaba esa cuita. Anhelaba que cesara esta angustia.
Nadie aportó su generosidad, estoy sola.

So I rush to your side
Like the oncoming tide
With one burning thought:
Will your arms open wide?