viernes, 30 de enero de 2015

30-01-2014

La monotonía corrompe almas. Sin embargo, eso no impide perseguirla y trarla, como si dependiese nuestra vida en ello, como una hija. 
Nos escondemos de ella, huimos ante su posible incidencia. Pero,  hipócritas de nosotros, muchos esperamos tropezarnos, casual y torpemente, para tener un motivo por el que aferrarnos a ella. 
Somos tan indecisos como humanos. Es algo intrínseco a la especie si no qué mal nos iría, pues no tendríamos un justificante válido. El único aceptable  es aquel que acompaña a la naturaleza humana. Por eso estamos exentos de cualquier tipo de tortura, castigo, humillación. 

Mo, Mon, Monot...

Puede ser nociva y agraviarnos con su lengua viperina, pero cuando la luna asoma sus  pezuñas, estamos impacientes por charlar con nuestra compañera. Monotonía, Mo...
Quédate conmigo mas dame libertad, Mon...

lunes, 26 de enero de 2015

Últimamente estoy demasiado cansada. No puedo con mi cabeza, algo me bombardea. Los libros se amontonan hasta producirme vértigo. ¡Qué cansada estoy de no alcanzar lo que me propongo!

Hoy el día ha estado bien. Con ganas de ponerme al día o tomar algo para mantener mis energías a flote. No sé por dónde voy con esta lasitud, por las calles de la ciudad seguro que no, pues no reconozco ni mis propios pasos. Soy una desconocida para mi sombra, para el rastro que perpetua mi existencia en la línea del tiempo. 

Esta vez, desisto. No soy yo la que está dispuesta a todo. No lo estoy de nada, de hecho. 


domingo, 25 de enero de 2015

Buenas noches.
Acabo de llegar de estar toda la tarde con mis abuelos, están como siempre, con sus rutinaria vida en la última etapa. A veces, al observar con detenimiento a mi abuelo, he llegado a pensar que en un suspiro se extinguiría ese halo de luz que nos calibra la vida. Y, en un momento culminante, he estado hasta por llamar a urgencias. Estaba acostada, tenía sueño decía, y cuando al dormir no encontraba su respiración, me he sobresaltado. He puesto mis dedos bajos sus orificios nasales y, tranquila, he podido continuar. Seguir con la persecución de abuelos. 
Ha sido un día completo. Ahora, con el sonido de un desconocido artista para mis oídos, escribo para aliviar las falanges. 
Con ganas de estudiar todo cuanto se me ponga por el camino. Recorrer esas carreteras de letras y asentarlas en mi memoria. 
Quiero ser algo más que una imagen. Algo más de lo que soy o me considero. 


sábado, 24 de enero de 2015

Hemos de reivindicar el esfuerzo y la exigencia, que son necesarios en la vida, incluso para disfrutar de ella, pero no hemos de someter todo a la inmediata rentabilidad y productividad económica. La ciencia, la investigación o la formación, por ejemplo, son imprescindibles y exigen una enorme dedicación y esfuerzo, pero no han de valorarse simplemente por su inmediata rentabilidad ni deducir falta de entrega según valoraciones sin dimensión social.

El esfuerzo y la exigencia han de valorarse con criterios objetivos y con efectos equitativos, en contextos de igualdad de oportunidades, con horizontes y con repercusiones. Efectivamente, hemos de dar lo mejor de nosotros mismos, desarrollar nuestras capacidades, entregarnos a la tarea, luchar por nuestras convicciones y colaborar solidariamente. E impulsar estos valores. Ello también comporta una exigente dedicación que no es solo una conquista personal, sino una tarea social. Bienvenidos sean así los esfuerzos, que son sin duda imprescindibles.


Buenas tardes. Hacía tiempo que no pasaba por estas tierras remotas y familiares, a la vez. 
Estoy comenzando a plantearme estudiar una carrera bastante arriesgada, como es la metafísica. Bueno, en verdad esa sería la especialización que abordaría la filosofía, como grado en la universidad. Sí, quiero destacar en eso que llaman estudios para "locos". También me gustan muchas otras cosas y, claro está, palparlas y experimentar lo que es cada una por individual.  Escribir sobre la filosofía o investigaciones que exponga. Sería maravilloso. 
Me consolaría aprender muchas disciplinas y no parar hasta que el cerebro no de más de sí. También, si debo ser sincera, quiero conocer a alguien que clasifique, ya que vivimos en un mundo de clases, como amigo de estudios intrínsecos al ser. Me encantaría.


Ahora me gustaría hablar con alguien: contigo, papá.

Cada noche intento comunicarte lo tanto que te quiero y echo de menos. En verdad, sin ti la vida es como siempre la he conocido, recuerdo pocas cosas de esa infancia prematura, pero contigo sé y tengo la suficiente seguridad, de que sería espectacular, apolínea. Una vida sin interrupciones. Con estímulos y teniendo un héroe. Un mesías. Siempre tuya.




Escrito: 22-01-2015

Buenas tardes, hoy estaré estudiando para un examen que tendrá lugar mañana a las 1:10 del mediodía. ¿Cómo me saldrá? Ni idea, siempre intento ser positivo y tranquilizar la algarabía que presiona mi cabeza. Vamos a punto de estallar. 
Yo sólo deseo, y ansío, que la persona que dibujo con mi mente se percate que estoy reclamando su ayuda. Que me oiga, me abrace simbólicamente. Me apretuje y me consuele con un: tú puedes, princesita. Puedo confiar en ti. 

Y es que, por lo que vivo y me muevo en este estado es por él, por la fuerza que me moldea y consigue ofrecerme otra vista, otro sentido por el que mantenerme erguida y sin titubeos. Segura y leal ante su figura como siempre lo he intentado.
No obstante, flaquear es inevitable cuando te encuentras entre la espada y la pared; cuando mantienes la poca respiración que intentas no dejar escapar por entre tus labios. Y es que, cuando sientes que ya nada es como antes, cuando en la incipiente juventud disfrutabas de la vida sin prestar atención al reloj de arena, todo lo que conseguiste a base de esfuerzo y perseverancia se descompone en un instante. Y sí, lo cierto es que en esos breves momentos que mantengo una acalorada conversación conmigo misma, insto al mundo, al mar, a las fuerzas superiores, para que me devuelvan lo que me arrebataron. No me preguntaron si podían quitarme lo que era mío, no. Lo hicieron sin más. Sin cavilar las consecuencias que se adhirieron en mi piel y no consiguieron sanar. Y, cómo entonces estaré cómoda y dispuesta a luchar en esta vida bajo la presión que nos transforma, desconfigura la ética que nos inculcaron, los valores que prevalecían ante los impulsos, la intuición ante la razón y frivolidad? No podemos ser quienes fuimos porque las circunstancias destrozan a las personas o, en otros casos, avivan y  proporcionan mejor esperanza de vida. Pero, al paso de los años, no veo más que ojos anegados, rojos de tanto intentar olvidar lo que padecieron el otro día por la noche, mientras los recién nacidos disfrutaban de su primer día en el mundo y los más grandes malgastaban el poco dinero que recibían en máquinas y tabaco barato.
No pretendo cambiar el mundo, es imposible mejorar una situación que se ha ido arrastrando y ha ido masacrando vidas, almas y derechos durante siglos. Pero, las pocas personas que consigan salvarse de esta decadencia, que lo haga sin siquiera dudar. Serán personas recordadas por lo que hicieron triunfando y no dejaron de hacer y arrepentidas vagan por las calles del pueblo. No te tendrán piedad sino más bien envidia por dar el paso que otros no se atrevieron a dar. Y, a ser sincera, prefiero miradas de recelo que desconsuelo y misericordia. Porque demasiadas injusticias y derrumbamientos deambulan por el mundo para incrementarlos y no arriesgarse con la situación que se nos presenta.
Un inconveniente por cada reto superado, un desprecio por cada obstáculo dejado atrás. 
Métodos de castigos que nos afligen e impiden continuar, agravios y discusiones con altos señores sin nombre. Quizá un apodo, pero un nombre nunca. A pesar de que la tradición dice que hay que clasificar a las personas siendo "alguien", he pensado que los nombres son para las personas por actuar como tales, no por ser uno de los componentes que sobreviven en este mundo. Demasiados timadores se hacen pasar por personas sin serlo realmente. Y, en verdad, cómo podremos diferenciar quién es quién. Muy sencillo, dale tiempo a la persona con la que compartas mesa, casa, hasta asiento en el autobús. Ya se descubrirán. Tan difícil es mantener una postura como no demostrar ni una inclinación. Las personas necesitamos destacar de algún modo, ya sea gritando y haciéndonos escuchar o sin mediar palabra en un rincón del lugar. Siempre habrá alguien que analice tu carácter y cómo actúas en este medio. No nos libramos y, lo que me lleva a pensar que, nunca nos vemos solos, que en muchas ocasiones se necesita la ausencia de compañía, contemplarnos sin ser aconsejados y criticados. Y si cabe una opinión que sea la nuestra. 

Todo esto, no es más que la incomprensión en proceso de redacción, un manifiesto sin más de 90 palabras que se dirigen a un punto sin determinar. Sin conocer el cómo y alcanzando un propósito, un motivo que se dibuja con cada huella marcada. Luchando en soledad, con la compañía de los fantasmas que pululan por el espacio, tan pequeño y, a la vez, infinito. No hay personas sino animales que acompañan los sonidos del agua, flores y piedras que acaban, balanceándose desde una pequeña elevación, saltando al vacío. No me hace falta más. Nada más. Una gota de soledad por cada momento compartido.

miércoles, 21 de enero de 2015

En realidad, creo que a ningún ser humano le conviene pertenecer a una "patria" en el sentido habitual de la palabra.
La tierra no debería estar dividida en cientos de secciones diferentes, cada una habitada por un solo segmento autodefinido de la humanidad que considera que su propio bienestar y su propia "seguridad nacional" están por encima de cualquier otra consideración.

Soy partidario de la diversidad cultural y me gustaría que cada grupo identificable valorara su patrimonio cultural. Por ejemplo, soy un patriota de Nueva York y si viviera en Los Ángeles me encantaría unirme con otros neoyorquinos expatriados y cantar Give My Regards to Broadway.
No obstante, este tipo de sentimientos deben ser culturales y benignos. Estoy en contra de ello si cada grupo desprecia a los demás y aspira a destruirlos. Estoy en contra de dar armas a cada pequeño grupo autodefinido con las que reforzar su propio orgullo y sus prejuicios.

La tierra se enfrenta en la actualidad a problemas medioambientales que amenazan con la inminente destrucción de la civilización y con el final del planeta como un lugar habitable. La humanidad no se puede permitir desperdiciar sus recursos financieros y emocionales en peleas interminables y sin sentido entre los diversos grupos. Deben haber un sentido de lo global en el que todo el mundo se una para resolver los problemas reales a los que nos enfrentamos todos.
¿Se puede hacer esto? La pregunta equivale a: ¿puede sobrevivir la humanidad?
Por tanto, no soy sionista porque no creo en las naciones y porque los sionistas lo único que hacen es crear una nación más para dar lugar a más conflictos. Crean su nación para tener "derechos", "exigencias" y "seguridad nacional" y para sentir que deben protegerla de sus vecinos.
¡No hay naciones! Sólo existe la humanidad. Y si no llegamos a entender esto pronto, las naciones desaparecerán, porque no existirá la humanidad. 

Isaac Asimov.

martes, 20 de enero de 2015

Carta de una víctima. A-79 (II)

Cada día lo mismo, nos levantábamos y desayunábamos las  sobras que nos dejaban tras levantarse ellos, los Inspectores, de los bancos del comedor. Teníamos que vivir de manera precaria, sin esperanza, sin conocer cuándo nos azotaría la desgracia... Normalmente a mí, siendo una mujer de entre otras, me alimentaba por medio de la expectación. Desconociendo un mundo del que formaba parte. Bueno, si debo ser sincera en esta carta, no. No me consideraba integrante en ese entorno. Desplazada y triste vagaba por las mediaciones de la Organización o donde coño nos tuviese presas, porque debo aseverar una de las tantas cosas que dije en su momento, esto no es un lugar donde pasar las vacaciones sino, más bien, donde marcarse como objetivo salir, salir, salir y no volver a pisar las piedras que te daban la bienvenida. ¡Jamás volvería, jamás!

Cuando, tumbada en ese sofá algo improvisado, y me orientaba, poniendo en claro dónde estaba y cuál era mi cometido en ese lugar, concilié la idea de no ser más que un cuerpo, algo físico que no dejaba de ser lo que era, porquería y basura provista para ser depositada en un vertedero. Eran muchas las veces que me sobresaltaba y me visitaban pesadillas. Mi alma, si acaso eso tenía algún valor, qué hacía allí sin ofrecer resistencia, sin impulsar mi cuerpo para realizar alguna estratagema para quedar exenta de esta prisión. Me lo preguntaba y aún, aquí  en mi casa, me lo pregunto. Me cuestiono mi manera de actuar en esas paredes. Pero, ¿cómo podía pensar bajo esas circunstancias? 
No pude hacer frente al Inspector que imperaba mi sección. No pude hacer frente al frío que se escapaba por los orificios de la habitación, producto de mi asiduo resfriado. No pude hacer frente a esa alimentación, ni al insomnio, ni a las actividades programas que debíamos realizar. No pude. ¿Cómo lidié con todo? Pues siendo como ellos quisieron que fuese. Dócil, necia, inútil. Ahora, aquí, entre la distancia que me separa de esa mierda de vida, comprendo la pretensión que perseguían: no era otra que la de crear completos imbéciles. Gente dispuesta a hacer el trabajo sucio de las grandes esferas conocidas como "Asociados Regulares". Todo estaba predispuesto para ser un bombazo. Acabar, exterminar a la especie humana bajo drogas, ejercicios matutinos y vespertinos. Test para constatar los cambios o modificaciones que se efectuaban en el sujeto. Éramos eso, unas completas marionetas, títeres que respondían por ese gran sector que permanecían bajo una interrogación. 

Sólo conocíamos a los Inspectores. Nunca nos desvelaban al gran "macho alfa" por decirlo de alguna manera. Aunque, a decir verdad y considerando esto una especie de confesión, tengo serias dudas de si ese hombre fuese conocedor de nuestra identidad. Como he manifestado, éramos objetos sin vida, simple materia moldeable.   
Investigaban con nuestros cuerpos y diseñaban una cura para extirpar a la mujer de sus vidas. Se respiraba misoginia. Sólo estaban inscritas mujeres y eran éstas las que pagaban por los desprecios y las manipulaciones; quemaduras de cigarros y, cuando no les daba por la temporada agresiva, nos arrancaban pelos de la cabeza como entretenimiento.  Se mofaban de nuestras caderas, aún hoy sigo sin comprender el porqué. 
Tenían una enferma obsesión por nuestro género. Lo sé. Cuando estás leyendo el folleto que programa este "campamento" (es así como se reconocían), no imaginas una represión de libertad, más bien experimentas el sentimiento del suicidio como válvula de escape. 
Qué más puedo decir, conseguí alcanzar la luz al final del túnel. Entonces cuando te rozas con el trigo que hay de camino a casa y, sin más extensión, surge en tu mente una famosa canción que la relacionabas con recuerdos espeluznantes y vanidosos, ahora adopta un carácter diferente. Un matiz que espanta todos los pensamientos que te incitaron, en su día, a despreciar la vida. ¡Con lo bonito que es vivir, saborear al néctar de esa flor que tanto te hacía estornudar! 

No pretendo actuar sin un respaldo, como comprenderéis. He denunciado la situación tanto como me ha sido posible. Pero, tildándome de lunática, me dejan estar a la espera, en el banquillo. Sin más consuelo que un bocadillo vegetal y un botella de agua natural que dispone sus maquinas. He enviado cartas y correos electrónicos todo en balde. No consigo entrar en mi casa con una notificación que ilumine mi rostro por ser el remitente quien es. Una persona que me ha escuchado y ha conseguido dar con ese virus. Cada vez, y lo digo sin titubear, son más las que comprimen esa invitación entre sus manos y se deleitan con lo que podrá ser. Desean experimentar la convivencia con otras mujeres y se prometerán pasarlo de maravilla. Sin embargo, hay que perdonar sus saltos de alegría, ese elixir de emociones, pues no cabe otra alternativa ante una novedad que parece ser un motivo para eludir los problemas familiares que las atosigan. Van en busca de la felicidad y nadie a cada una de ellas, al encender el motor del coche que las dirigirá a su destino, competirá por borrar de sus rostros esa sonrisa.  

No soy partidaria de un Dios, soy atea y bastante acérrima. No concibo un mundo sobrenatural, siendo necesaria la actuación de esa divinidad abstracta que nos hace deudores de su presencia para bastarnos como seres contingentes. Pero, en esa situación, nadie, ni ningún Dios, figura, ente, simbolismo, podrá eximirte de las manos que apresan tu garganta antes de acostarte. Tienes que ser tú la que actúe. 
Yo he podido superarlo. Aún quedan esas reminiscencias, como edificios en ruinas que con una patada inocente acabara con ellos, simplificándolos en piedras. Pero, cómo sino vamos a perseguir nuestras metas que con ese método, la lucha. Pese a los castigos que quedan registrados en nuestro historial, pese a los insistentes agravios que envuelven la estancia, somos nosotros, seres individuales y únicos, contra el mundo. 
Vamos a emprender esta misión. No es probable que sobrevivas a ese régimen sin una actitud.  

jueves, 15 de enero de 2015

Buenas noches. Todo el día haciendo cosas, como debería ser.


Escribía y suspiraba. Café en mano y un gato agazapado en la mesa, junto al ordenador, era la única compañía que me auguraba la noche. 
 A veces, hacía un esfuerzo y apartaba  mi cabeza de la pantalla para acariciarle. 
Bien. Continuaré abriendo mensajes y suspirando. 

Cuando me preguntan mis alumnos sobre la conclusión del trabajo que envié por email, expliqué, más veces de las que me gustaría, que debe ser, en este caso, escueta, directa, pues cuando hablamos sobre teología podemos extendernos en el tiempo sin necesidad. Cuando hay un manuscrito que nos sorprende con: por lo tanto, creo en Dios. No hay más que indagar, la solución está en nuestras narices. Sin embargo, insisten en que hay "algo" más que no se percibe a través de los sentidos. Cosa imposible, pues cómo sino percibimos hechos, movimientos, transformaciones que con ellos. Cuando intentan atosigarme con cuestiones reconstruidas, ya enviadas en otros mensajes pero con palabras o conjunciones de más, tomo fuerzas de donde no las hay para no acabar con sus vidas. ¿Tanto tiempo tienen y, que por cierto, no aprovechan, que me ven con la capacidad de realizar la misma atrocidad?
Hay momentos que detesto ser quién soy, trabajar en donde trabajo y actualizar el correo tantas veces instan los alumnos. Y, lo más cruel, es acabar en un situación causada por la obligación que, como persona que debe depender de sí misma, acude a ti. No podía dedicarme a lo que quería, ni trabajo ni fuerzas me quedaban para hacer frente a críticas que durante toda mi vida me han perseguido. ¿Se pueden denominar fantasmas del pasado? Pues eso es lo que tengo a mis espaldas. Nada me sorprende, nada me asusta ni emociona hasta el estado de llevar siempre bolsillos atestados de pañuelos. No, absolutamente nada. Muchas son las veces que me he visto viviendo la misma vida. Sí, así es como me encuentro. Encasillada en un efecto de eterno retorno. Encontrándome a los mismos "individuos", las mismas miradas, esas que invitan a la destrucción, al suicidio. 
Te invitan, como si se tratase del motor que causa todo el proceso de existir, por lo que más que exhortar, lo que hace es patentar que, sus ojos, son la fuente de donde mana la fuerza que maneja el ritmo del día a día. Tus pasos, el ritmo que los acompasa. Es increíble, pero a la vez que corrijo, siempre me asaltan estos pensamientos y no puedo evitar despegar los dedos del bolígrafo y preguntarme mi utilidad, mi posición en esta baraja. En este motivo por lo que todo fluye, todo funciona. No tomo como escusa el llorar, tampoco podría. No tomo como escusa esas crías de humanos que no conocen la vida, tampoco podría. La única escusa soy yo. Soy la razón y la causa de mí misma. ¡Qué coño Dios, qué tontería! No hay nada divino que sea autosuficiente, completo, absoluto. Nada. Sólo nosotros como personas. Somos el único modelo ejemplar. El único invento que salió rentable. Somos, en muchas ocasiones, nada y, en otras, todo. 


Esto no es nada comparado con lo que sucederá después. El ahora es visible, el después es toda una novedad. Un artículo recién expuesto en el mostrador de una tienda. Sin embargo, pronostico que la botella de vino que inauguré ayer se portará bien conmigo y conseguirá que olvide el rostro de las personas durante varias horas. 
La filosofía y el vino son compatibles.
Más tarde, con el letargo que me propiciará la bebida de los dioses, me dirigiré al intento de cama y dormiré como si no hubiese un mañana. Algo sencillo. 






miércoles, 14 de enero de 2015

Buenas tardes. Hoy no he podido con el resfriado y el dolor de cabeza. Me asestaban golpe tras golpe y no le pude hacer frente. 
Cómo no, hoy estudiaré.  Y leeré dos de los libros que llevo. 
Mañana intentaré ir a la biblioteca y quedarme por la tarde para recompensar, un poco, el tiempo de la lectura. Volveré a casa y estudiaré. 

Hace  tiempo, empecé a crear un mundo en mi interior; un refugio que me protegiese de todo lo nocivo.  Tengo que hacer un aviso: no vale la pena protegerse de los agentes externos, siempre retornan cuando estamos de espaldas y, siento decirlo, el golpe siempre será más fuerte.



Realmente, hoy, no tengo mucha ilusión. No tengo ansias por nada. 




martes, 13 de enero de 2015

Buenas noches. El día de hoy no puede destacarse. Es del mismo color que el anterior. 
Pero, eso sí, con algo diferente. Ha surgido en mí, o mejor dicho se ha incrementado, el interés por el estudiar. Ya, en un principio, yo persigo una máxima,  y no es otra que la de poblar y alimentar a mi cerebro a base de material "sensible".
Hoy, realizando mis paseos matutinos por la biblioteca, me he encontrado un libro bastante interesante sobre el fondo marino. Y, no me extrañará reservarlo para cuando acabe con estos dos que ya saqué y los tengo aquí. Llevo en cabeza tres libros empezados y, hoy por ejemplo, no he podido, hasta este momento (1:40 de la madrugada) ponerme a leer un rato. He estado estudiando durante unas horas un tema bastante denso. Y pese al tiempo que he pasado frente a las páginas, necesito más. Por lo tanto, no sé si hoy tendré la ocasión de disfrutar de la lectura, aunque, seguramente, me levante más temprano para leer y compensar. Porque, confieso sentirme una inútil si no leo, al menos, varias páginas. 

Hoy no encajo bien el horario. He dormido una hora y algo por la tarde y, por ahora, no encuentro el momento para acostarme y madrugar; pero voy a intentarlo. Lo más probable es que ni me entere del despertador, que tiende a jugármela. 

Seguiré con el estudio y hasta que diga: ¡no puedo más, me rindo hijos de perra!
No pararé. 

Mañana, rezagada en una silla, esperaré la suerte que propina el comienzo del día. Un silencio ejemplar. 

lunes, 12 de enero de 2015

A-79

-Déjame pensar un momento, ¿me estás diciendo que no tengo más dinero?

-Sí, así es. No puede salir por ahora. Si no tienes recargada la tarjeta para acceder al cuarto de tu estación, como comprenderás, no podemos permitir que ninguna interna salga por los alrededores- le dijo el Inspector de su estación.

-No, no puedo comprender esto. ¡Es sólo un puñetero jardín, que no tiene más que flores de plástico y sillas de acero oxidado! ¡Qué quieres que haga, que intente suicidarme con el acero? 

-No podemos permitirlo. No obstante, eres una interna en la estación A-79; ésta pertenece a nosotros y, no me haga recordarle que, voluntariamente, usted, se introdujo hasta aquí. 

-¡Yo qué coño sabía, esto no ha salido como pensaba! Cuando nos dio la documentación sobre este "campamento" no me lo imaginaba así. Más bien, uno con cabañas de madera, una fogata al atardecer y nubes dulces para tomar. ¡No me imaginaba un psiquiátrico!

-No admito esa contestación- sentenció el Inspector empujándola y encerrándola en el cuartucho. Sacó un cigarro y, pese a la advertencias, fumó.

Las demás internas, desde sus cuartuchos, observaban la escena. Las puertas estaban provistas de un cristal para poder vislumbrar el pasillo de la estación y, a su vez, para el Inspector de cada una de  ellas.



En Otherleik, otra parte del mundo, una madre se preguntó qué haría su hija en estos momentos mientras servía cereales a su hijo de cinco años.
-Está bien, ¿cariño?

-Sí, mamá. 

Asomándose a la ventana intuyó que no sería tan sanguinario como lo pintaban algunos de sus compañeros de trabajo. No podía haber enviado a su hija  a un sitio que auguraba dolor, vacío, angustia...No podía haber hecho eso.
Asió el mango de la taza y dio un sorbo al té. Notó el líquido en las comisuras y, con el trapo de la cocina, se limpió los restos. Volvió a mirar a su hijo, que comía su cuenco de cereales.



Testimonio de una madre que olvidó la maternidad.

-Mi hija...mi hija tenía la rara costumbre de huir de lugares atestados. No sé por qué, pero un día sin más, decidió irse al baño y no volvió hasta dar con su enjuta figura. Permaneció durante tres horas sentada junto a la tapa del retrete y cuando, percibió que no estaba sola sino que compartía ese minúsculo espacio, se alarmó.
Parece como si, no sé cómo decírselo, le hubiésemos profanado su tierra, desde luego, señor, no fue mi intención. Y, sentíase ella agraviada, escapó de nuestras miradas interrogantes. ¿Dónde se encuentra? Eso es algo que desconozco. No la encontré por los parques del vecindario, ni en la escuela que hay junto a nuestra casa. Busco como una loca a la niña de mis ojos. Ella se halla en algún sitio desorientada y abrumada por el sofocante ruido de la ciudad. ¡Está en las tripas de la algarabía! ¡Qué puedo hacer!
¡Busquen, busquen a mi pequeña!


Buenas tardes, hoy ha sido un día llevadero. No hay más. 





domingo, 11 de enero de 2015

Cielo

Muchas veces miro al cielo pidiendo ayuda, una tregua. Necesito un descanso, una habitación aparte que me proporcione sosiego, inmutabilidad.

Muchas veces sigo mirando al cielo, unos días hastiada y por brazos mazos y por piernas, un tronco de árbol. No obstante, sosteniendo mi peso, apoyada en una barra que hace las veces de puerta, me amparo bajo su oscuro trazo.

Muchas veces, le pido que cierre los ojos en mi nombre y que me describa lo que siente. Que me cuente cómo es ser una persona ordinaria, de esas que utilizan el transporte público para desplazarse; esas personas que tropiezan al verse sorprendidas por un escalón traidor. Quiero conocer el mundo que se esconde tras las puertas del cielo.

Muchas veces miro al cielo y le imploro fuerza, razonamiento, sabiduría...

¿Cuándo me visitará ese amparo, ese consuelo? ¿Cuándo estaré al margen de las calamidades?
¿Cuándo henchirá mi corazón de valor y entusiasmo, de proyectos y brío?

Miro al cielo y mantengo conversaciones nocturnas con sus secuaces. Jugamos a una partida de cartas, con café y frutos secos. Comemos y frivolizamos sobre la vida. <<No estamos aquí para seguir las reglas>>, dice un haz de luz. Sirvo más café y mastico una almendra que se incrusta debajo de la lengua. Sonrío al trigo del campo, entre él los fantasmas ya no cobran el mismo valor.
<<Estamos aquí, viviendo. Estables, bajo la luz de la farola. Sin pensar en el qué pasará, sin clasificar lo que experimentamos. Divulgando unos pensamientos fútiles, sin más extensión que la que le ofrezcas y permitamos nosotros. ¿Es así el aspecto de la tregua?>>

Sus palabras silenciaron a todo el auditorio. Volví a sonreír al trigo.
Buenas tardes. La vida no me ofrece buenas oportunidades o, por el contrario, no las llegó a atisbar al final del túnel. Todo me parece sombrío e indescifrable.
Un dolor punzante en la cabeza hace que me levante, con asiduidad, de la cama. De paso, cojo muchos pañuelos y los mantengo expectantes en mi bolsillo. Bebo una cantidad de agua que estaba muy lejos de la que bebía con normalidad...Para dejarlo claro, mucha, mucha agua. No tengo muchas ganas de ser persona hoy. Pero eso sí, escribo lo suficiente para avanzar y no considerarme una perezosa. 


El día de ayer fue...¿horrible es lo correcto? Se pretendía pasar un día por los centros comerciales y en familia. Sin embargo, yo no soy mujer de comprar ni de esperar a que esa persona, casualmente familiar, se esté probando una camiseta tras otra.
Pues, como veréis, espectadores fantasma, estaba en una encrucijada. No sabía por dónde salir. Y tampoco era muy correcto huir. Que es lo que mejor sé hacer.
Correr, correr, correr... 

Más tarde nos iríamos a cenar a un "sitio" de tapas o parecido a las tapas. No estoy muy acostumbrada a esos sitios. Y, para airearme un poco, tomé prestada la escusa de salir del local y dirigirme al baño porque, era obvio, necesitaba hacer uso de sus instalaciones. Tardé más de lo habitual, hasta el punto de preguntarse por mi seguridad. No quería ir y aparecer sin más. Quería disfrutar estando escondida en el baño, sin otra pretensión que observar el dibujo que se ubicaba detrás del retrete. Al salir, pude percatarme de que en el aseo que colindaba, su imagen era la de un atardecer, muy diferente a la mía, que era unos brotes de bambú o parecido. Cuando me aseé y me dispuse a salir, me alejé más del destino: Local de Tapas. Anduve un rato y me paré en seco. Miré mis notas en el móvil y añadí una palabra: regional.  Analicé la tienda que tenía ante mis ojos y retrocedí mis pasos hasta reencontrarme con mis familiares. Se fueron, al terminar de comer y pedir la cuenta, a tomarse unos helados. Yo no acepté, pues en nada, con esas temperaturas, me resfrío. Cuando nos despedimos, decidida, me encaminé hacia el coche y me fui. FIN.

Debo añadir, primero, que  no soy nada habladora con mi familia y, siendo así de solitaria,  estoy acostumbrada a que me vean como algo extraño o fuera de lo común al estar tan alejada de ellos. Y segundo, después de anotar lo que soy, una mujer que le gusta, en cierta medida, la soledad, la consecuencia no era otra que la preocupación de mis familiares por mi "poca integración". En fin, una tontería.
Acabó un día más de mi vida y con pocas alegrías. 
A veces me pregunto por qué no son muchas cosas las responsables de mi alegría. 
No consigo una respuesta. Siempre evasivas. 






sábado, 10 de enero de 2015

Buenas tardes. Hoy estaré redactando y leyendo para informarme. Quiero seguir con el relato que tengo entre manos. Bueno...los relatos. Son dos y entre ellos, los microrelatos que consigo cada día presentar por aquí. Muchos los tengo muertos de risa en los borradores para seguir extendiéndolos o, retocarlos hasta concluirlos. Pero, básicamente, escribo todos los días y, si se da el caso de no poder escribir, es debido al trabajo que no me deja respirar. Yo me canso con poco. Es más drama que otra cosa. 
Pero, lo cierto es que, me gusta llevar al día esta página. Con cosas que hago o dejo de hacer.



viernes, 9 de enero de 2015

A veces me despertaba y me inundaba la extraña sensación de estar todo un día despierta, reptando por cuestas y carreteras abruptas, sudando y llorando por mi vida. Esperando una respuesta a esa clase de tortura inmerecida.
Mis ojos, anegados, retrocedieron en el tiempo y dispusieron de todo cuanto necesité para sentir flaquear mis piernas. Débil, débil...así es cómo me sentía por aquel entonces. 



Buenas tardes. Hoy tengo que tomar mucho café, tengo que trabajar bastante.
Al pensar en lo que he escrito en cursiva, llego a la conclusión que las personas pese al ver que otro semejante, otro igual (como guste), se encuentra en un situación de tal calibre no es capaz, y si me equivoco nadie me ha corregido, de ofrecer ayuda. 

¿Somos tan egoístas?
Tendré que estudiar sobre ello. Buscar libros, personas que informen sobre este hecho. E indagando un poco, no me ha hecho falta mucho, he acabado tropezando  con  Norbert Elias, un sociólogo judío-alemán. Puedo conseguir, al menos por ahora, tres libros y, entre ellos, uno lo tengo desde hacía un tiempo. Después en la biblioteca, puedo encontrar numerosos estudiosos de la conducta social. Lo agradezco.
Es un tema rico en contenido y hay bastante material accesible para no escoger como escusa su falta de información. 
Tengo que mezclar libros de sociología, psicología y antropología. Ya no sé si caerán otros cuantos. Por ahora empezaré así. 
Y todo surgió con una pregunta expulsada al  viento...





martes, 6 de enero de 2015


Él era más joven y jugaba con la ventaja propia de la incipiente rebeldía que nos vuelve alocados y pasionales. Miraba, caprichoso, las hojas del naranjo caerse, las flores danzando sobre la superficie. <<Parece que están en corro, cantando y olvidándose de los horrores del mundo>>, repetía con el débil aullido de un perro asustado. Ojalá te tuviese aquí para decirte que sí, la vida puede ser así, pero en muy contadas ocasiones disfrutas de la belleza original, como el  que sabe fotografiar  un búfalo sin ser atacado. Él sostenía que la belleza permanecía colgada en los tallos de los árboles, preparada para ser inmortalizada por una mirada curiosa. La belleza no era efímera como todo el mundo parecía defender, no, más bien era cuestión de la ausencia de motivo. <<No busco una razón para estar aquí plantado buscando respirar las golosinas de las plantas, no, simplemente el cuerpo me pide estar entre este ambiente>>. 
Cerró los ojos y una nube de polvo cubrió todo su cuerpo difuminándolo, uniéndolo con el paisaje. Sonreía mientras susurraba al aire. Aleteaba  los brazos, y comenzaba a respirar compitiendo  con el viento.

viernes, 2 de enero de 2015

A la espera de una nueva invitación. ( Segunda parte de "Saluda a tu invitado").

Se alejó de la concavidad maltrecha por la que asomaba su nariz carcomida por la droga.
Dirigiéndose a una caja de madera  con una pegatina de: "¡Material peligroso, proteja a su familia!",rasgó con una uña sucia y, algo larga, el aviso, -mierda- maldijo al escuchar quebrarse la uña. Encima de la caja había un portátil recién comprado. Lo encendió.

<<Esto va de maravilla>>, se decía mientras se iluminaba la pantalla. Cliqueó Google y se dirigió a su destino: el porno matutino. Chasqueó la lengua, apretó su mano contra el ratón del ordenador, casi estrangulándolo. 

<<Bien, así está bien>>, se animó. Por la noche, al estar  observando a la joven muchacha que vivía en el edificio de enfrente, le entraron unas ganas imperiosas de zambullirse en el mundo del placer, atrayéndola e insistiendo en su colaboración. 

<<Eres mi Afrodita>>, se decía mientras se desabrochaba la cremallera del pantalón.

<<Lo harás, te obligaré, pequeña>>.

 En alguna parte del mundo, entre este harapiento hombre y esa zozobrada mujer, se había creado un vínculo, una conexión escabrosa. ¿Qué buscaba él en ella? ¿Qué buscaba ella en él?

<<No sé si cuando me asome estarás ahí, pero, hazme caso, esto tiene un porqué, y conseguiré tener tus piernas entre mis manos, nena>>.

En alguna parte del mundo, los niños, bajo esos muros, jugarían a pasarse el balón, huyendo del adversario y propinando patadas a aquél que se les acercase. Se esconderían ,tras arbustos, para no ser reconocidos por sus compañeros. Con ojos inocentes, saludarían al sol, a las estrellas, a la luna. Con ojos inocentes, vislumbrarían a este hombre, saludándolo como a un vecino más...

La inocencia pululaba por las calles de ese pueblo, era un blanco fácil para hombres sedientos de almas vulnerables y caricias en el costado. Estos hombres fluctúan entre ser rápidos e impredecibles o ser pacientes y ordenados; escogiendo una de las dos opciones caerían en la obscenidad. 

<<Esta noche, nuestra noche, sólo para nosotros dos, hasta la eternidad...>>. se dijo con una voz entrecortada. <<Nadie nos puede robar el momento...>>





Estaba recordando el año pasado. Cuando era feliz, por esas fechas. Mi mente sólo pensaba en un hombre y de ahí no pasaba. 
Era él.  Todo un señor. Uno que, al pasear junto a su mujer, le agarra con el dedo meñique; uno con el que me obsesioné durante varios meses y no quise admitir la torpeza de fijar un objetivo imposible.
Pero me era inevitable predicar una cosa y no hacer la inversa, me resultaba amenazador el despegarme tan rápido de mi talismán. 

Más tarde, con el paso del tiempo, rebuscando entre sus pasos y próximos encuentros...sucumbí bañándome en una ahogada soledad. Es lo que buscaba en ese momento. No pedía más, simplemente tranquilidad, calma.
Así fue, y así estoy. Mis plegarias surtieron efecto. 
Cansada, fui aceptando que no sirvo para el amor. Las puertas se iban cerrando, quedando adustas e inaccesibles. 
Y, mientras, yo, rezagada en la silla de la cocina intentando tomar un té humeante. 
Y, mientras, yo, estaba dándole un sorbo tras otro...
Y, mientras, yo, hacía descansar el líquido entre mis encías... 

La vida ha querido darme una lección, quiero imaginar. No tengo otra que consentir mi situación y acatar las reglas que perfilan mis suelas al andar.