martes, 8 de julio de 2014

ESPACIO FLOTANTE.

Me volví a sumergir en la pátina ilusoria que envolvía mi cuerpo. Mis manos contagiadas de una  sustancia viscosa que impregnaba todo cuanto estimaba, combatían por zafarse de sus garras. <<Sí, no   es mentira cuando decidí involucrarme en esto, sólo yo soy la responsable de esta situación>>, me decía, de algún modo, esto reforzaba mi inestable pulso. <<Nadie, absolutamente nadie me empujó al rincón en el que me encuentro. Me he condenado a mí misma...>>; una condena que escocía. 

El ser humano conlleva:  responsabilidad, exigencia, delirio.




Buenas noches. Son las 2:32.
Mis ojos pugnan por mantenerse izados, cuan bandera simbolizando un país, partido u organización. No quieren sucumbir al empalagoso tacto de la almohada. Se niegan. ¿Tan dulce es esa sensación o, quizá, mis sentidos persiguen el gusto dulzón? 
Eso me hace recordar que, sin lugar a dudas, las hormigas , presas de su adulación al azúcar, se abalancen sobre territorio edulcorado. ¡Hay que cuidar las apariencias, vamos a disfrazarnos en agrios limones; están acechando nuestros dominios!
Dichosos los ojos que perciban sus pasos vagando por los oscuros márgenes que les proporcionamos. ¡Dichosos! 
No puedo más, os lo hago saber, mis días han sido bastante infructuosos. No existe razón por la que demorarme, como tampoco por alargar un tema insustancial. 
Aparco. Freno de mano accionado. Tengo una vida que debo resolver. 


miércoles, 2 de julio de 2014

Crítica.

Yo no puedo controlar la elección que decide llevar a cabo una persona. Si aquél comprende el significado de aquéllo que glorifica, me conformo.  No son pocos los que atienden una cuestión, indistinta, y la magnifican atribuyéndole un poder que, salta a la vista, es inalcanzable. Y no es más arriesgado adjudicarle un valor que, por el contrario, refutar y contrastar que pretérita información es verídica. Como síntesis podríamos acomodar conceptos en sus compartimentos y, por si las moscas, exhortar al inexperto o persona que alardea cuestiones que no son de su calibre (rayo el eufemismo), a abandonar la sala de debate o la institución en la que se encuentre. 
Hay días que el tener que desentumecer mi cuerpo y realizar actividades tan ordinarias como hacer la compra, me pesan. Si no fuese por que se insta al cuerpo a una alimentación para su permanencia íntegra, no me complicaría en rebuscar entre los huecos más recónditos de mi piso un par de deportivas y enmendar la búsqueda de una panadería por los dédalos de esta ciudad. En el momento que mis pies conectan con el asfalto, me aferro a una esperanza bastante pobre: ser entre la multitud (adversidad), alguien diferente (dignidad).
Por lo tanto, ¿qué podría aportar una persona como yo en una sociedad como ésta?
Nada. No puedo reivindicar una causa, ya que el resultado me afianzaría el estanco- y claro, expongo este apartado ya que ha sido comprobado- la indiferencia más ensombrecida, más recriminada; no puedo conservar nada...Y no conseguís cumplir vuestras pretensiones con esa táctica, lo único que exaltáis es un ímpetu febril por el estudio y meditación. Y eso son cartas a mi favor. En este escrito, consta de dos partes: la ausencia de preferencia y, en segundo lugar, la impresión más triste, el sabor tan amargo y lúgubre que destila la sociedad. 
No escogí vivir en un siglo que no me pertenecía.