lunes, 20 de julio de 2015

Un día...de mi vida.

Entonces todo acaba aquí: las preocupaciones que continuamente consiento, las demanda de sinceridad y objetividad. 
Qué más dará todo ésto si no sonrío cuando miro por la ventana; si, realmente, no le proporciono un valor a lo alcanzable. 

No quiero declarar la guerra, quiero resolver todos los recovecos que acaban cogiendo profundidad. Quiero desatender todo lo que me provoque malestar. 
Más tarde, cuando note el pasar del tiempo, comprenderé que esta cuestión es banal y no merecía este reconocimiento. Lo sé, pero eso se conoce con el tiempo.
Las decisiones por las que me sienta más alentada, serán las que coordinen ese trayecto de mi vida. Hay que tener en cuenta esos pequeños factores.
Mientras tanto, todo se mantiene en su puesto de origen; nadie siquiera ha movido la lámpara de la mesa de camilla. Nada. Al final, sintiéndolo mucho, acabaré, si no acabamos todos, abrazando el nihilismo. Puesto a pensar con responsabilidad, es a lo único que nos exponemos: a la nada más absoluta. Al sinsentido más sosegado. Casi silencioso.


sábado, 11 de julio de 2015

Supo que había hecho algo grande.

Corría y se detenía para recuperar aliento. Estaba cansado y no podía ver con claridad todo cuanto le rodeaba. Supo que había hecho algo grande. El infanticidio como preludio a lo que sería el acontecimiento más pronunciado de todos estos tiempos. Sonreía para sí; estaba ilusionado por el qué pasará. <<La vida está esperando algo de mí...¿seré tan imbécil para no proporcionárselo?>> se dijo. Recordaba unas noches...noches que azuzaban su recuerdo...cuando su madre le amonestaba por llegar más tarde de la hora acordada, <<esa vieja zorra siempre importunándome>> se decía antes de dejarse caer en su cama. Estaba seguro de haber realizado esta empresa con clandestinidad y,el caso es que, cuando a alguien de su mismo perfil se le incrustaba una misión entre ceja y ceja, no había quien consiguiera arrebatársela. Antes de reanudar su carrera, pensó en los cromos que guardaba en el primer cajón de la cómoda que tenía en la antesala. Lo significaban todo y lo significaron cuando era un chaval. Recordó qué hacía para conseguirlos: la primera opción era pedirlos diplomáticamente al que los distribuía, más tarde, ante la negativa, uno debía ofrecer alguna parte de su cuerpo, o su cuerpo entero, para conseguirlos. Es decir, venderse. Ellos podían pasar contigo unas horas y así conseguirías un cromo de esos. <<No fue placentero>>, algo dentro  de su cuerpo cambió; notificó el cambio masajeándose las piernas y controlando las ansias de volver a gritar, <<¡hijos de puta, me arruinaron la vida!>>. Ahora él estaba huyendo del lugar del homicidio, donde los cuerpos de los hijos de aquéllos que violaron su dignidad, yacían cada uno por el solar. 
Corría y se detenía en alguna parte para descansar. Los pensamientos le pesaban hasta casi destruirle. Toda su vida constaba de una planificación. Horarios y eventos. Siempre lo mismo. 
Corría y se detenía. Quebró una rama que hacía las veces de bastón. Quería tardar lo menos posible para llegar a su casa y poder prepararse un café recién hecho. 

miércoles, 1 de julio de 2015

01-07-2015


Algunas veces, cuando veo a ese tipo de personas: las que consuelan pese al desprecio que su acompañante emite; las que encuentran motivos que les instan a emanciparse del mundo sin llorar la pérdida de la rutina; las que, simplemente, encuentran el placer en donde otros no entenderían la belleza o, tan sólo, su presencia.
Esas personas... son héroes. Son esas personas que consiguen el autoconocimiento. El saber profundo y concienzudo sobre uno mismo. Es el mayor regalo que puedes llevarte a la tumba. 
Saber dónde habitas; saber qué preferencias y qué puede mejorar la disposición de tu cuerpo. Enriquecer la mente añadiéndole datos personales que pasaban desapercibidos. A simple vista no podías reparar en ellos, pero deberían haber sido abrazados por el cuerpo que tenían a su disposición. 
Somos tan torpes cuando queremos...