lunes, 20 de abril de 2015

21/04/2015

Hoy he decidido dejar un rastro en este lugar.

¿Cuántas veces os habéis preguntado por qué algunas personas alardean sobre lo que hacen o lo que consiguen?

Yo muchísimas. No concibo el día que deje de cuestionar esa actitud, últimamente muy frecuente, en algunas personas. Son dados a buscar la ocasión, es decir, a cada momento, para despotricar sobre sus logros. 
Quizá sea yo el caso que debería estudiarse y así dar con la solución pero, si debo clasificar a estas personas, aún conociéndolas, serían de absurdas. ¿Realmente se ven con tanto tiempo para malograrlo de esa manera? Claro, en esos casos, no es considerado ese momento algo fallido y desproporcionado. Ellos no ven lo que otros son capaces de atisbar. No tienen un alegato con el que defenderse. No pueden hacerlo. En el momento que trascurre la acción se predisponen a ella. Se ofrecen como creyentes a una divinidad.  
No podemos hacer nada con ellos, son los que una mañana se despiertan inspirados y deciden leer sobre política por mediación de un colega (y por consiguiente, lo que piense éste augurará su futura ideología), cuando lo más acertado es no implicarse. Son los que manteniendo conversaciones son los susceptibles del grupo, sus refutaciones dejan mucho que desear y acaban por mandar a la mierda toda estimación del que tome partido en la charla. Así cualquiera se involucra en tan intricada empresa.

Seré yo, serán mis imaginaciones...